Cada año, en los primeros días del verano, Billy deja a sus padres yla gran ciudad, se sube a un tren y cruza todo el país hacia el oeste. Una vez llegado al rancho de su abuelo, bajo el cielo infinito y elardiente sol de Nuevo México, se calza las botas, se reencuentra consu caballo y se lanza a cabalgar por aquellas extensionesinabarcables. Es una tierra dura: una vaca podría caminar un kilómetro por un bocado de hierba y ocho por un trago de agua. Pero Billy haaprendido de su abuelo el amor y la reverencia que merece aquelterritorio tan yermo como salvaje. Y durante sus paseos con él havisto innumerables maravillas que lo han fascinado o aterrado, perocuyo recuerdo se agita en su interior, a veces sin saber quésignifica, salvo quizás que aquella tierra, como ya pensaron losnativos, tiene algo sagrado.En el verano de sus doce años, Billy está descubriendo muchas cosas, y entre ellas que la vida puede dar un vuelco en cualquier momento: laFuerza Aérea de los Estados Unidos se está preparando para expropiarlas tierras de su abuelo, en las que quiere instalar un campo depruebas para misiles. Todo sea por la seguridad nacional y contra elenemigo soviético. Billy no puede dejar de hacerse ciertas preguntas:¿tiene el Gobierno derecho a hacer algo así? ¿De quién es al fin y alcabo la tierra? ¿Y las montañas, los ríos?? ¿De su abuelo? ¿De losindios a los que el padre de su abuelo se la robó? ¿Del Gobierno quetrata de robarla ahora? Pero, sea como sea, el viejo no está deacuerdo con las autoridades, ni siente ningún respeto por ese supuesto Estado omnipotente, su ejército y sus intereses. Cree que, cuando una ley es injusta, es normal que un hombre justo que se guía sólo por su conciencia se convierta en un forajido. Billy, por supuesto, tieneintención de luchar a su lado.